martes, 27 de octubre de 2009

Tomás García en Rumanía


Confirmado. En Rumanía sigue habiendo población activa. Viva. He estado visitando a mi colega Pablo, que "estudia" en Cluj-Napoca. Un antequerano afincado en Cáceres que este año eligió este atípico destino en su año "Orgasmus". Esta ciudad tiene un aeropuerto pequeño: cómo será el frenazo que pega el avión al aterrizar, que creí que el piloto había visto un radar.

La moneda es el RON (o el Lei), pero yo como buen español prefiero llamarlo RON (¿cuánta gente espera aquí que haga alguna broma del alcohol? Pues no, no la haré).

Y una noche, hartos de gastar monedas en RON, de repente hubo un apagón en una macrodiscoteca. Fue el único momento de la noche en que no vi ni a una sola mujer fea. Ni guapa, vamos que dejé de ver en general. La gente gritando a oscuras en un perfecto castellano, ¡poned
una de Luz Casal! Es una verguenza que hoy en día, en pleno siglo 14, salten los plomillos de un lugar público así como así. Eso es infrahumano. Me recordó a cuando mi hermana enchufa la plancha del pelo, el secador y el Lissima de Rowenta, que no enchufa más cosas porque en casa no tenemos más enchufes.

Bueno a lo que iba, las rumanas son guapas, pero cuando no quieren nada contigo te hacen la cobra, pero La Cobra Illie, como el mítico jugador valencianista nacido en el país que nos ocupa.

También visitamos otras dos localidades en Transylvania , Brasov y Bran.

En Brasov hace frío. Pero no de "por la tarde refresca, hará fresquete..." No. Mucho frío. Se ve que allí los grados no están de moda. El que abra una tienda de braseros se forra. Quieras o no vienen de la misma familia, la ciudad y el aparato en cuestión.

Fuimos en tren y una de las paradas era en mitad de una granja. Así, como lo lees. A mí se me puso la carne de gallina; las gallinas con la carne de humano, bueno bueno, un follón. Todo muy bonito y tal, pero lo que menos me gusta del turismo es pasear. ¿Andar por andar? Prefiero que me lleven En Brasov (lo siento, tenía que escribirlo).

Y Bran se tarda menos en visitarlo que en escribirlo. Fuimos a la fábrica de cereales All-Bran, pero estaba cerrada, así que anduvimos hasta el Castillo éste de los años... bueno, de hace ya bastante tiempo, vamos. Entramos a un pasaje del terror, pero, sin faltar, los rumanos dan más miedo sin careta.

Drácula está bien, pero yo siempre he sido más de Pictolín.


Como dice una amiga y hoy más que nunca.. ¡me piro VAMPIRO!